viernes, 18 de diciembre de 2009

El ANDALÙ , EXISTE


EL ANDALUZ EXISTE
de Claudia Di Bene


Durante mi estancia en Córdoba, por motivos de estudio, he
tenido la posibilidad de conocer a mis queridos amigos
andaluces que han jugado un papel fundamental en mi
formación, ayudándome en el aprendizaje de la lengua y de la
cultura española. En aquellos momentos yo no era consciente
de la cantidad de matices que me había aportado aprender el
idioma hablándolo. Sólo ahora que estoy estudiando
académicamente el español, he llegado a darme cuenta de que,
a pesar de que el castellano es el idioma oficial del país,
en Andalucía se habla andaluz y que lo que yo he aprendido
es a hablar “andalú” y estoy orgullosa de esto.
Siendo italiana no conozco el problema que rodea la cuestión
de las lenguas pero creo que cada una de ellas tiene una
riqueza propia de gran valor e importancia. Yo no entiendo
mucho de lingüística, así que el lector me debe disculpar si
mi información le puede parecer poco académica. Según mi
opinión los dialectos no son hablas incorrectas del
castellano sino formas diferentes de expresarse. Por este
motivo creo que hablar andaluz en Andalucía es lo más
correcto que existe, igual que hablar toscano en Toscana. La
verdad es que en cada región hay una forma diferente de
hablar, caraterizada por sonidos e identidad propios. Este
articulo por lo tanto intenta ser una justificación de esa
identidad ante los que reprochan al andaluz que es un
castellano mal hablado.

Una de las riquezas más interesantes de España es la
diversidad de sus lenguas y dialectos. Las cuatro lenguas
que se hablan en España son: el castellano, el catalán, el
gallego y el vasco. Como ha establecido la Constitución
española, el tesoro de las distintas modalidades
lingüísticas de España es un patrimonio cultural que debe
ser objeto de especial respeto y protección.

Hoy en día, aunque el castellano represente el idioma
oficial de todo el Estado español, diferentes lenguas y
dialectos conviven aparentemente sin grandes problemas. Pero
no ha sido siempre así.

Por ejemplo, durante la Reconquista la lengua castellana se
extendió hacia el sur sustituyendo a las lenguas habladas en
estas zonas por el castellano y formando así los dialectos
andaluz, murciano y extremeño.

Durante la dictadura de Franco fue potenciado el castellano
y las otras tres lenguas fueron reprimidas hasta tal extremo
que el número de sus hablantes disminuyó en un porcentaje
increíblemente grande.

Después de la muerte de Franco en 1975 se inició un período
de actitud positiva hacia las lenguas minoritarias y hacia
la autodeterminación de sus respectivas regiones.

En este sentido, la búsqueda de la propia identidad regional
ha suscitado en los últimos años una notable preocupación
por conocer y valorar los rasgos lingüísticos peculiares de
cada comunidad (según José Jesús De Bustos Tovar en
“La lengua de los andaluces”). El interés ha
surgido, en primer lugar, en aquellas áreas donde el
castellano o español coexiste con otras lenguas como el
catalán, el gallego, el vasco y, sucesivamente, en aquellas
zonas donde todavía no está reconocida la autonomia
lingüística. Entre ellas la más afectada es sin duda
Andalucía, que representa la región que posee un dialecto
muy interesante y vivaz. Los lingüìstas han planteado toda
una serie de cuestiones al respecto que abarcan desde si el
andaluz puede ser considerado un dialecto del castellano
hasta si el andaluz es un castellano mal hablado.

El gran problema que plantea el andaluz es el reconocimiento
de su existencia. El habla de los andaluces presenta una
diversidad de doble naturaleza: a) espacial o geográfica, y
b) sociológica.

La reciente valoración de las hablas regionales por parte de
las minorías cultas ha llevado a considerar la variedad
andaluza como una modalidad fonética, diferente de la que
rige en el área geográfica de Castilla. Sin embargo, lo
normal entre la sociedad culta andaluza (y por supuesto
entre la de fuera de Andalucía) es considerar el andaluz una
forma degradante del castellano. Es un vulgarismo, un signo
de incultura que hay que procurar erradicar desde la
escuela.

Yo creo que este enfoque no es ni científicamente válido ni
culturalmente aceptable. Lo peor de las represiones que
puede sufrir una lengua es su ridiculización y eso es lo que
ha sucedido con la forma de hablar de los andaluces. Hoy, en
los medios de comunicación, sólo se utiliza el andaluz para
hacer el gracioso o para representar a una persona sin
estudios. Según Milton M. Azevedo el andaluz no es una
variante lingüística uniforme, sino un conjunto de hablas
caracterizadas por rasgos que permiten diferenciar una
Andalucía occidental y otra oriental, con diferentes
subáreas.

Hoy muchos piensan que en la lengua de los andaluces existen
una serie de hechos diferenciales, que junto con un léxico
propio, son suficientes para considerar al andaluz como un
idioma, si existiera una voluntad política y se fijaran unas
normas comunes para toda Andalucía. La verdad es que la
mayoría de los andaluces utilizan al hablar una serie de
sonidos diferentes del castellano y que al escribir, en
castellano, no los reflejan. Son sonidos como la
“h” aspirada, la “j” andaluza, las
vocales abiertas y otros que no existen en castellano.

El andaluz, aunque sea de origen latino, tiene mucho influjo
del árabe por el largo período en que vivió en contacto
directo con las diferentes comunidades árabes que llegaban a
la península y que llevaron al legendario esplendor de
“Al-Andalus”. Hay que resaltar que, aunque el
idioma oficial de España es el castellano, el andaluz tiene
gran importancia histórica. El español hablado en America se
deriva en gran parte del español hablado en Andalucía, ya
que de esta región salían casi todas las expediciones hacia
el nuevo mundo.

Pensar que el andaluz debe seguir subordinado a la norma
estándar castellana si no quiere convertirse en un
conglomerado de hablas es una postura claramente ideológica.

Entonces ¿Qué hablan los andaluces? Hablan andaluz y deben
estar orgullosos de su forma de hablar y no tienen que
cambiarla artificialmente, puesto que pienso que no hablan
mejor ni peor, sino que diferente. Se pretende obligarlos a
hablar de una forma que desconocen, en base a cánones
rígidos y estrictos, pero la verdad es que en Andalucía, es
el andaluz el que está vivo a espensas del castellano.

En conclusión, la riqueza de una lengua es un recurso de
gran valor y su supervivencia debe ser una prioridad. Las
lenguas, como los seres vivos, están en continua
transformación y proceso de enriquecimiento, pero a
diferencia de estos últimos, no mueren por causas
inmediatamente fisiológicas sino que se transforman por
sinrazones políticamente imprevisibles.

Cludia Di Bene
Filologa

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